Costumbre alemana

Otto y Fritz trabajaban en una fábrica donde robaban piezas para hacerse un cochecito artesanal con el que disfrutar con Helga y Eva en el campo. Cuando tuvieron todas las piezas en su poder, Otto, el experto, se retiró a su casa e inició la tarea del montaje del automóvil. Pasaron los días y el coche no aparecía. Fritz perdió al fin la paciencia y le interrogó por teléfono. Y Otto confesó: “He armado el automóvil cincuenta veces y siempre me sale un cañón antiaéreo”.

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